se olvida «interesadamente» la existencia del etnicismo radical de los croatas de Herzegovina y el peso del nacionalismo bosnio-musulmán de los continuadores de la obra de Izetbegovic.
El sueño de un Estado dentro de la Unión, con un alto grado de autonomía para sus partes y una consideración y respeto a sus minorías, que ni mucho menos existe en otros miembros del proyecto europeo, está lastrado además por el nacimiento de otro engendro político y remedo de país, el Kosovo que Occidente se sacó de la chistera.
Por eso cuando se habla de los esfuerzos de la comunidad internacional en Estados en crisis y en la construcción de otros nuevos no nos sorprende su limitado éxito. Bosnia-Herzegovina es un claro ejemplo de ello y la reconstrucción post conflicto que se ha realizado sólo puede aspirar a que el enfrentamiento no vuelva a producirse, circunstancia que hasta ahora han conseguido las fuerzas de paz allí desplegadas.
De ahí que no tengamos muy claro lo acertado de la decisión europea, anunciada en España por la ministra de Defensa, Carme Chacón, de retirar tropas y convertir la misión militar en una operación civil.
En la dinámica de crear nuevos Estados porque sí, la comunidad internacional, tan bienintencionada ella, debería aplicar el criterio Kosovo y trocear la actual Bosnia-Herzegovina en tres partes en aras de evitar enfrentamientos y conflictos, y para que «nacieran unidades políticas estables».
¿O quizás aquí sí cabe trabajar por consolidar un Estado multiétnico y en la Serbia que incluía Kosovo no? En fin, cuántas preguntas con una sola respuesta.